lunes, octubre 24, 2005

la tarde se ha puesto amarilla

conocí a una chica
que se parecía a Elizabeth Wurtzel,
en Nación Prozac.
Era una chica callada
que hacía bastante bien el amor
que tenía dos grandes ojeras
oscuras, que caían por sus ojos.
Y su pelo también caía
a ambos lados.
Solo una vez me animé y le pregunté:
por qué tienes ojeras?
Fumábamos hierba barata
en un hostal barato
y pasaban el programa musical
de los sábados
por canal siete.
Ella me dijo:
tengo ojeras
porque tengo insomnio
tengo pena
y tengo borracheras de llanto en mis ojos.

Deberías ver a un siquiatra, le dije
después de un rato.
Ella estaba en ropa interior
y yo seguía fumando,
la situación se había puesto cómoda
después de tirar,
y sus ojos caían como un péndulo.
Ella seguía en ropa interior
y yo estaba desnudo
caminando por el cuarto
bebiendo un trago brasilero
que me había regalado un amigo.

Nadie es feliz de la misma manera, me dijo la chica
después de tirar por tercera vez.
Ella era, de verdad,
muy buena en la cama
así que tenía dos grandes tetas
que yo chupaba con desdén.
Aquel polvo había durado media hora.
Nadie es feliz de la misma manera, me dijo,
porque nadie ha estado tan triste como yo
y la tarde se ha puesto amarilla.

Después de fumar
se escuchaba un bossanova desde la pantalla del televisor
el programa “Sonidos del mundo” casi llegaba a su fin
empezamos a tirar otra vez,
ella estaba encima mío
en una especie de transe glorioso.
Por qué lloras por las noches
después de pensar?, le pregunté.
La chica no me respondió
y siguió tirando,
subiendo y bajando encima mío.
Subiendo y bajando.
Tenía buen cuerpo,
sobre todo cuando estaba desnuda
aunque como Elizabeth Wurtzel,
en Nación Prozac,
siempre se sintió un bicho raro.
Mientras tirábamos,
ella me miró a los ojos.
Después de un rato, cuando la despedí,
ya se había hecho de noche.
La acompañé a tomar un taxi
y se fue.